Francisco González

Paleta paisaje
1995
Pintura. Óleo sobre tela
150 x 150 cm

Procedencia
La obra fue cedida en comodato por el artista en el contexto de la exposición colectiva Gesto e Inscripción. Colectivo Dalmacia (con Ricardo Fuentealba, Klaudio Vidal, Natasha Pons, Pablo Mayer, Iván Zambrano y Alex Quinteros), realizada en Galería Gabriela Mistral desde el 1 al 25 julio de 1997. Ingresó al Estado en julio de 1998.

 

Sobre el artista
Francisco González-Vera parece ir a “contrapelo” de la conceptualización dura de algunas estrategias plásticas a través de a recuperación del dominio gestual y la memoria pictórica personal. Su pintura desilustra y desdibuja la regularidad de los temas para conseguir la captación de esencias y no de apariencias, por eso la función del “modelo pictórico” cambia. Ahora es la pintura su propio modelo. “La pintura que pinta” se encuentra sostenida entre el borde de la recuperación iconográfica sustentada en la autobiografía y la necesidad orgánica de proteger el gesto como si fuera este producto de una costra pictórica, que en la medida que fluye se va limpiando. El gesto desfallece sobre la escena del cuadro después de haber gastado los temas. Utiliza la paleta como principio y fin de su discurso. Pigmenta la paleta para luego pintar una segunda paleta sobre la tela, ¿Cuál es la paleta del pintor y cuál es la que le sirve de modelo?; La paleta de Luto delata la muerte a la que se somete el acto pictórico; la paleta también contiene los fragmentos de lo que sobra o no se puso en la obra, así ésta es un ataúd que contiene lo que ya no sirve o está en desuso. La pintura aparece como un ejercicio íntimo y cadencioso que a través de la rabia orgánica del gesto se purifica y desenfada. Una paleta pasa del luto a ser espectro y proyección fantasmal. Los problemas de la vida y la muerte no le son ajenos ante la extrovertida materialidad de cada una de sus telas. El gesto, traduce el punto interior de formas que también parecen aisladas de todo contexto narrativo. Las paletas, las nubes y los cuartos traseros de los gatos están suspendidos en la intemporalidad de alguien que posee una memoria obsesiva para no permitir el olvido. El fragmento es convertido en una serie por defecto, símil al tacto fallido, es decir la única forma que tiene para restituir el silencio es su discurso estratégico.

Ramón Castillo