La escena propone puntos de contacto entre arquitectura, arte, sonido, mobiliario y reflexiona sobre la poética del espacio, tensando las determinaciones de lo exterior y lo interior, de lo público y lo privado, del desarrollo económico y del subdesarrollo.
El traslado de un dormitorio rural al espacio de exhibición (invadido, además, por un inquietante sonido que reproduce la fase final de la sirena de incendio de la Compañía del Cuerpo de Bomberos de la ciudad de Rengo), es una acción micropolítica que interpela a la periferia y la relación de ésta con el centro hegemónico.
El dormitorio cuadrado original explicita su incomodidad con el medio ambiente artístico de la galería, transformándose en un polígono irregular con una plataforma en ascenso, para incidir desde la noción de lo desarticulado, lo cotidiano e insignificante sobre los valores establecidos por el poder. Esta obra debe ser entendida como algo transformador que resulta subversivo a la mirada y a la experiencia. El sonido permanente establece una relación temporal y de significado que potencia la incomodidad de la obra en la escena.
La particular intimidad de este proyecto resalta la evidente pérdida del imaginario rural en una sociedad en vías de desarrollo, que opera bajo estrategias de cancelación de la tradición, la sobriedad y la herencia, para concretar su propio proyecto de innovación.
Este espacio altera la normativa de la construcción, la perspectiva tradicional y la conciencia del espacio, poniendo en abismo tres muros, el piso y el mobiliario de la habitación.