La provocación aparece de una u otra forma en la obra de Ignacio Gumucio. Pero no se trata de una operación obvia, manejada o dirigida hacia un cierto tiempo de efecto, sino de una puesta en abismo: el trasladar hechos mínimos de la realidad y ponerlos a funcionar en la pintura. El propio autor se ve cautivado e inquieto; el propio proceso tiene mucho de revelador para él. Hoy, el artista inaugura la muestra “La Revolución Silenciosa” con sus trabajos recientes en la Galería Gabriela Mistral (Alameda 1381, Metro Moneda). El título no alude a los procesos políticos vividos en nuestro país en las últimas dos décadas. Si bien hay un cierto nivel de sarcasmo en la sola elección de una “expresión ridícula, mezcla de mediocridad y ambición”, Gumucio sacó la frase de contexto, como un intento de definición de lo que es su temática pictórica: “Las revoluciones, los cambios importantes suceden por el lado de la apuesta central y sólo tiene que ver con mi trabajo. Yo retrato un mundo que tiene algo aterrador en el sentido de ser increíblemente discreto. Son una cantidad de cosas, de revoluciones que se dan por la espalda y su fuerza radica en que no tienen cara. Para mí, la Revolución Silenciosa es una explicación de la corrosión y algo retrato de esa realidad corroída, donde las cosas heroicas suceden en forma mediocre”. “Mi idea es retratar todas las cosas que me gusten. Mucho queda excluido porque es excesivo, mientras las situaciones que llegan a pintura son más inasibles. Lo que me impresiona y me espanta está en lo cotidiano y ocupo lo que tengo. Siempre he tratado de manejar un material iconográfico y un material de factura pictórica lo más cercano posible”. – ¿Por eso la utilización de la fotocopia como medio? “Necesitaba hacer un puente entre la fotografía y la pintura; la fotocopia era una máquina automática para traducir eso. La veo como una forma de dibujo, en algunos casos se arma una cantidad enorme de grises… empieza a sacar la pintura que está dentro de la imagen y eso es revelador, me sugiere desde qué gesto pictórico puedo hablar. Me parece interesante que, siendo un método tecnológico y eficiente, nunca ha sido sofisticado. Esa precariedad la acerca mucho a la pintura”. – ¿Cuál es su relación con la tradición pictórica? “Soy el pintor menos ortodoxo del mundo, creo que el artista no puede censurarse ninguna manera de llegar a su verdad. La técnica de la pintura me atrae mucho, pero no como regla sino como invención. No es un canon para mí, no estoy reinventando la pintura”. – ¿Cómo se ubica su obra en un espacio acostumbrado a las instalaciones? “Pienso que desde la pintura es mucho más fácil tener una postura automática porque no tienes que lidiar con las instalaciones. La instalación siempre está referida al lugar. La pintura persiste porque es un lugar para los que no tienen lugar, los que hacen arte desde el puro oficio”.
La revolución silenciosa
Ignacio Gumucio
Mayo 2001