La obra de Raquel Schwartz despierta un enorme interés, mezcla de perplejidad, asombro y provocación, producto de una mirada -la de la artista- a la vez lúcida, irónica y lúdica frente a la realidad que le es más próxima, pero que retrata, de una u otra manera, realidades que afectan también a países como el nuestro, y que develan las contradicciones de nuestra contemporaneidad.
Humanicorporisfabrica, título tomado del tratado publicado por Vesalio en el siglo XVI, trabaja una mirada perversa sobre esa ciencia –el estudio de la anatomía– que era considerada en aquella época una “ciencia infernal”.
En ese contexto, Raquel Schwartz se pregunta si acaso no estamos intentando refabricarnos nuestros propios cuerpos, en base a estándares estéticos dictados por una aspiración universal a la imagen perfecta. Para ello, su reflexión se concentra en una situación que le es extremadamente próxima: la solicitada consulta médica de un reputado cirujano plástico en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra.
La mirada incisiva de Schwartz elabora múltiples cruces, partiendo de Vesalio y su estudio científico del cuerpo a través de la práctica de la disección de cadáveres, la exposición de moldes que exhiben las formas perfectas del cuerpo deseable, casi como un muestrario de narices, nalgas, pechos, que conformarían un canon de belleza actual, y la asociación entre la camilla operatoria, transformada en mesa para una cena, con las propias prótesis mamarias, implantes y otras exquisiteces, que casi invitan al espectador a servirse de este banquete.