A través del tejido, la trama y el bordado, concepto que ha desarrollado durante los últimos cinco años, Nury González nos traslada al espacio doméstico, que muestra la vinculación con su pasado inmediato y la desazón por una orfandad vinculada a la falta de historia. “No es la casa, es mi alma que arde por los cuatro costados”. Este texto escrito con punto cruz y bordado en la pared, a través de hoyos por donde pasa el hilo, se podía leer en la primera sala de la Galería Gabriela Mistral, entonces del Ministerio de Educación, donde Nury González expuso su último trabajo titulado “Historia de Cenizas”. La muestra –que se inauguró el miércoles 13 de octubre en este centro de arte contemporáneo- presentó en el espacio contiguo, 117 fardos de huaipe dispuestos en el suelo como un tablero de damas, cada uno con un vidrio, cada vidrio con un texto que clasifica los paños de la casa y de las ropas de la mujer. De esta forma, Nury González vuelve sobre los tres sustratos biográficos que atraviesan sucesiva o alternativamente su obra durante los últimos cinco años: las labores domésticas, en especial el tejido y el bordado; las investigaciones sobre pintura rupestre y petroglifos y la cuestión de la pertenencia o no pertenencia a una determinada historia asociada a la de su familia materna de reciente inmigración. Con esta exposición, la artista marcó el término de una serie de trabajos que tienen que ver con idas y venidas por lo doméstico, lo ancestral, las texturas y la materialidad de los soportes, el bordado, la depuración, las latas de repostería rellenas con cera de abejas y los jeroglíficos pintados, en torno a recuperar historias de origen, como se vio en sus exposiciones individuales anteriores: “De Pies y Manos”, 1993 y “Tránsitos Cocidos”, 1996, ambas realizadas en la Galería Gabriela Mistral.
Historia de cenizas
Nury González
Octubre 1999