Compañeras de taller en ese entonces, las artistas Josefina Fontecilla y Josefina Guilisasti compartieron el espacio de la Galería Gabriela Mistral para mostrar sus trabajos, utilizando la fotografía como soporte. Bajo el génerico título de “El espectro”, las artistas Josefina Fontecilla y Josefina Guilisasti abordaron el rescate de las huellas del pasado, utilizando el lenguaje fotográfico como expresión, en la exposición de Galería Gabriela Mistral, que se inauguró el 7 de septiembre y permaneció abierta al público hasta el 30 del mismo mes. Josefina Fontecilla registró en “Escala Real” las huellas de un pasado en la casa familiar, donde las escaleras representaban una clara división social: la escala principal y la de servicio. Las fotos que muestran el levantamiento de la alfombra y la huella que ésta deja sobre la madera. Por su parte, Josefina Guilisasti en “Dos camas, un velador, una silla y un Cristo”, rescató de ferias, remates y casa los muebles que vestían baños y cocinas a principios de siglo: muebles blancos, lisos y pulcros, donde la suciedad no pudiera esconderse. Sus fotos –montadas a la manera de la naturaleza muerta pictórica – mostraban el inexorable paso del tiempo. Utilizando el pequeño formato, la luz dirigida y artificial, la eliminación de la perspectiva, poniendo un mueble blanco sobre un fondo blanco sobre un muro blanco, la artista recuperó la figura del mueble, transformándolo en modelo de representación. Ambas expositoras han venido realizando propuestas fotográficas en años anteriores, utilizando esta técnica como documento. “Provenientes de una formación estrictamente pictórica, Josefina Fontecilla y Josefina Guilisasti emprenden la aventura de traspolar la biografía personal y la huella de los objetos; la materialidad del pigmento de la tela y su serialización, a su soporte fotográfico monocromo que contiene el motivo de la naturaleza muerta y de la memoria”. “A través de tomas fotográficas casi desnudas y silenciosas, ambas artistas realizan una tasación del tema del paisaje de la casa y su mobiliario, su arquitectura tramada en el tiempo y deshabitada y la des-identidad de la historia y los objetos personales y familiares – incluso las pisadas – de sus habitantes. La alusión espectral y fantasmal a la historia de la pintura, de la cita y la absoluta negación de los cromatismos pictóricos, dotan a esta muestra de una reflexión crítica y una revisión aguda en las estructuras de la representación de la pintura de este siglo”, señaló Luisa Ulibarri, en ese entonces directora de la Galería Gabriela Mistral. LA HUELLA DE LA ALFOMBRA EN LA ESCALERA Josefina Fontecilla explicó la elección del soporte fotográfico por tratarse de la forma más exacta para conseguir el registro adecuado. Al respecto, señala; “De hecho yo no saco las fotos, sino que contrato a un fotógrafo para que lo haga. Para enfrentar este trabajo, miro y estudio un lugar y, posteriormente, elijo lo que me seduzca; luego vuelvo con un fotógrafo y él hace las tomas. Yo no tengo las máquinas ni las placas, por eso opté por contratar los servicios de un profesional”. En el caso de “Escala Real”, la propuesta consistió en registrar las huellas que han quedado en las escaleras de una casa pertenciente a su familia, un pequeño castillo francés instalado en la mitad del campo, en Pirque. Estas escaleras son las clásicas que había en las casas antiguas: una era la principal, “la que yo llamo ”real” y la otra, la de servicio. En la escala principal yo registro la huella que queda cuando se retira el fondo rojo que está puesto en la mitad. En cuento a la escala de servicio, ésta tiene otras dimensiones: es mucho más angosta, las huellas son distintas y corresponden a los pies que han subido y bajado por ella durante más de cien años”. En cuento a la utilización de un soporte distinto, como es la fotografía, Fontecilla señaló: “Utilizar este soporte, luego de trabajar durante mucho tiempo con tapices no implicó un cambio muy radical, porque en ambos casos se trabaja con la huella. Con los tapices pude reproducir lo que sucedía en las casas después de retirar los cuadros pasados cien años; lo que queda es la huella del desteñimiento”. Refiriéndose a las obras de Josefina Fontecilla, el crítico Justo Pastor Mellado señaló que “la disposición particular de la fotografía de escaleras, a escala real, sobre los muros de la galería, indica el abandono de una estética de la reducción fotográfica. La escala real monumentaliza el soporte y lo expulsa de sus dimensiones manipulables, susceptibles de comparecer en carpetas tomadas prestadas al almacenamiento de grabados clásicos. Aquí, la dimensión sustituye la realidad de la referencia marcando la zona mediante una declaración de intenciones. La fotografía de Josefina Fontecilla no es, en sentido estricto, un documento de prueba, sino la puesta a prueba de un espacio representativo de ficción, que se juega en un doble registro: el de la imagen y el de la escena plástica”. EL MUEBLE COMO MODELO DE REPRESENTACIÓN Licenciada en pintura en la Universidad de Chile, Josefina Guilisasti, (casada, dos hijos, 36 años), optó también por la fotografía, porque considera que se trata de un soporte adecuado para hacer el registro de 40 muebles, los que son captados desde tres ángulos distintos: de frente, costado y por detrás, en 102 fotos color, de 30×35 cms., con el formato de retrato, lo que de alguna manera se relaciona directamente con la pintura. “Mi modelo es la tasación de una casa. Me interesó el tema porque cuando se tasa una casa, se pierde un poco la biografía, se pierde el recorrido y el registro de la memoria de cada mueble”. Los muebles escogidos para esta muestra son piezas de principios de siglo, que estaban en cocinas y baños. “Los recolecté de distintas partes; hospitales, ferias, casas, algunos me los prestaron. Son muebles que todo el mundo conoce, que están en la memoria de todos, son neutrales, limpios en su estilo, todos blancos”. “En esta oportunidad abordo el género pictórico de la naturaleza muerta, desde la técnica de la fotografía. Los muebles han sido fotografiados en un mismo lugar, permitiendo apreciar la proporción de cada uno de ellos desde tres ángulos distintos, lo que en cierta forma les da movimiento. En la naturaleza muerta, el mueble es siempre un personaje secundario, actúa sólo como soporte, en cambio ahora pasa a ser protagonista. Para ello, trabajé con la iluminación, con luces y sombras, trasladando a la fotografía todos los aspectos pictóricos”. El título de su muestra “Dos camas, dos sillas, un velador y un cristo” se refiere a una pieza. “Me imagino la pieza de un sanatorio, que contiene lo justo y necesario. Me interesa trabajar con pocos elementos, que exista un rigor minimalista”. Las fotos –de Vinka Quintana- se hicieron en máquina profesional, utilizando una placa muy nítida. “Trabajamos en equipo en cada parte del proceso: luces, ubicación de los muebles, tomas fotográficas, revelado, etc. La foto permite un desplazamiento en el espacio: ampliar, achicar; en fin, se trata de un lenguaje distinto”. Las tonalidades de las fotos también fueron objetos de un riguroso proceso, ya que éstas varían en el revelado. Esto requirió del esfuerzo conjunto entre las artistas, la fotógrafa y el técnico en revelado. El montaje de Guilisasti ocupó la pared norte de la segunda sala de la galería, en una suerte de paneaux de fotos enmarcadas en aluminio. Para Catalina Mena, Josefina Guilisasti “visualiza el paisaje o la naturaleza muerta como discursos desarmables. Asumiendo las estrategias propias de cada género ella monta, diplomáticamente, su operación transgresora del lenguaje. La ambivalencia, acaso clave de su rendimiento crítico, tiene que ver con este doble gesto de adhesión y sospecha. No es casual por esto, que en su crítica de los géneros, Guilisasti utilice la serie como estructura de disposición del montaje. Su obra suele desplegarse como repetición de un mismo motivos, característica o elemento; reformulando visualmente el método disciplinario. Desde otro punto de vista, repetir o reproducir puede ser también un gesto de irreverencia frente a la identidad del género que se supone único e indivisible”. REGISTRO DE LA MEMORIA “El espectro” tiene relación con el fantasma que recorre las dos exposiciones, que es lo que tienen en común: las huellas o registro del pasado, todo aquello que está en la memoria, utilizando el lenguaje fotográfico. El espacio de la Galería Gabriela Mistral se puso al servicio de dos propuestas unidas por este espectro común, pero distanciadas en cuanto a la representación de la imagen. En definitiva, se trató de una confrontación entre la relación del tamaño y la monumentalidad de las fotos.
El espectro
Josefina Fontecilla, Josefina Guilisasti
Septiembre 1999