Cuerpo a cuerpo

Silvano Rubino
Abril 2000

EL LEVITAR DE LOS EVENTOS TERRENALES

Con “Cuerpo a Cuerpo. Diario de un Delirio”, Rubino nos instala frente a la ausencia del cuerpo, las imágenes corpóreas que carecen de sustento carnal y la imposibilidad de tomar posesión de ciertos objetos que nos son cotidianos. Dentro de este contexto el artista presentó en la primera sala una cama deshecha, posiblemente habitada por un personaje imaginario que, suspendida del suelo y amarrada a un gancho por un cable de acero, se elevaba como metáfora de ciertos eventos terrenales, lo que confrontaba con un estado de dramatismo, cual si se tratara de un lecho de sufrimiento y de muerte. Acompañaba a esta cama una caja de plexigas, penetrada por un pliegue de la sábana, la que se empapaba de rojo, mojándose del calor de algo que recuerda un líquido orgánico, que se levanta como un contenedor del cuerpo ausente. Un cuerpo marcado con signos, surcado por los acontecimientos y cicatrizado por el tiempo. A este respecto la crítica italiana Sabrina Zannier señala: “Esta es una expresión que guarda en sí una doble connotación, ya que alude a un encuentro, que por un lado desemboca en una lucha y, por otro, es una fusión física, sentimental, emocional. Es un título que bien representa la entera obra del autor veneciano y, en particular, el proyecto de esta exposición. Proyecto que desde su puesta en escena subraya la doble relación de polaridad y contradicción entre dos preceptos, desde siempre inherente en esta obra que deriva en una retroalimentación capaz de expresarse con tonos fuertes y más explícitamente narrativos”. La distorsión de los objetos cotidianos se hizo presente en la segunda sala, donde nos encontrabamos frente a la instalación de una larga mesa negra, con video-proyecciones y fotos, las que se alzan como una transgresión del espacio, tanto en lo que concierne al estímulo visual, como al punto de vista visual y emocional. En esta contraposición entre el blanco-ausencia-de-una-presencia-pasada y oscuridad-presencia-en-acción se lee una referencia a la escena cinematográfica que se cumple en la oscuridad de una sala para descontextualizar el acontecimiento propuesto en todas las historias del público que lo mira, por proponer un mundo ficticio, más paralelo al real. De esta forma Rubino nos sitúa frente a una verdadera metáfora visual. Mientras primero se expresa sustancialmente bajo el signo del blanco, de la ausencia y de la inmovilidad, posteriormente deja entrar a su trabajo el negro, la presencia y la acción. A este respecto Ricardo Caldura, crítico de arte señala: “Las luces, la profundidad del negro, apelan a un fondo barroco del cual emergen aisladas las personas y las cosas”. Desde el susurro y desde las huellas pasa a la concreción de una acción ya antes intentada con las performances, pero bloqueada en la inmovilidad de una imagen dedicada a la dimensión espiritual. No se trata de invertir la ruta, ya que el artista no hace otra cosa que revelar lo oculto, pero ya contemplado en el trabajo anterior, siempre en nombre de esa comunión de los contrarios que traza el surco de toda su obra. Para Antonio Arévalo, crítico de arte chileno radicado en Roma, la obra del artista italiano es un perpetuo recorrido desde la esfera del cuerpo. Es esta búsqueda del equilibrio la mayor característica de su poética y es el principio que está en la base de la forma. No logra ser descifrado por medio del pensamiento, sino que, o sólo y exclusivamente, excavándolo, porque son presencias, pero presencias impalpables. Para Luisa Ulibarri, directora y curadora del Galería Gabriela Mistral, la visita de Silvano Rubino fue una responda a la necesidad de acercar al público y a los artistas nacionales a las manifestaciones actuales que adquiere el arte contemporáneo en otros países. “Es poco o casi nada lo que se conoce en Chile de la obra de nuevas generaciones de creadores italianos. En este sentido –agrega- Silvano Rubino emerge como un valor que juega con el estímulo visual, el cuerpo, las manos, el rostro, los objetos poéticamente distribuidos en el espacio, como naturalezas muertas de presencias y ausencias en la búsqueda de representaciones minimalistas, pero rotundas”. A su juicio, la poética del creador veneciano se adentra hacia el encuentro del equilibrio entre los eternos contrarios, luz y sombre, cuerpo y alma, día y noche, blanco y negro, vida y muerte.