Aunque inicialmente los artistas habían postulado individualmente estos proyectos, la Comisión Evaluadora encargada de seleccionar las propuestas que conformarían el año expositivo 2003 de la galería detectó ciertos elementos que, junto con potenciar una muestra conjunta, permitirían también escenificar algunos de los problemas que conforman la reflexión y experimentación de la producción artística contemporánea en nuestro país. Esta idea fue acogida positivamente por los artistas, dando inicio a un proceso de ajuste y reformulación que concretó en la actual exposición. Al ingresar a la Galería, el público se pudo encontrar con la obra 480 piezas de Carolina Hernández: restos de escombros en el piso y una intervención en el pilar de la sala al que, después de ser desbastado, se le incrustaron una serie de piezas en yeso. La idea original consistía en que el título reflejara exactamente el número de piezas trabajado, operando casi como una descripción de la obra (tal como lo ha hecho la artista en ocasiones anteriores: 350 piezas en Matucana 100, o 6 mt. X 60 cm. en Galería Balmaceda 1215), aunque en esta oportunidad, la concreción del proyecto determinó la necesidad de un número mayor de éstas. De acuerdo a lo expresado por la artista, 480 piezas trabaja con dos conceptos fundamentales, planta y alzada, relacionados con la arquitectura, pero también fundamentalmente con la escultura, que es el campo desde el cual opera la producción artística de Hernández. “Este proyecto tiene como propósito recuperar conceptos propios de la escultura y destacar la importancia del concepto molde en el lenguaje de la arquitectura, así como el valor de la producción en serie que se hace recurrente en todas las áreas. Otro objetivo es ser capaz de apropiarse del espacio, trabajar con elementos tanto estructurales y de accidentes propios del lugar, y a su vez relevar la importancia de la simulación en el tratamiento plástico en el que descansa la obra“, señala la artista. En este sentido, el texto de Guillermo Machuca en el catálogo de la muestra destaca un resurgimiento de la escultura en un momento en que se pensaba que este género había agotado sus posibilidades formales, resurgimiento que, según el autor, “se ha nutrido paradójicamente de las consecuencias del arte crítico-experimental que otrora la había marginado del debate”. Estos conceptos se trasladan a la intervención del umbral interior de la segunda sala, también intervenido por Hernández, pero en convivencia con la obra El otro paisaje de Camilo Yáñez. Esta última opera desde el campo de la pintura, y consiste en la utilización de la propia arquitectura de la sala –sus paredes- como soporte para una pintura mural que, a partir de la trama obtenida en base a un juego de líneas en colores verde y amarillo, “activa visualmente el espacio bajo la lógica de arte óptico”, como señala Yáñez, haciendo referencia a la vibración del color y la distorsión generada por el desplazamiento de los espectadores. Sobre este tramado, el artista dibuja una serie de elementos -pupitres escolares, implementos de aseo, mobiliario de oficina- tomados en su mayoría de los catálogos que regulaban los procesos de adquisición para las oficinas públicas, elaborados por el Ministerio de Hacienda en la década de los ochenta, y que son calificados por el artista como “gráfica fiscal”. Según Camilo Yáñez, “color pictórico eliminado el gesto, y dibujos gráficos pintados enfatizando la pintura, son convocados en este trabajo, donde el resultado es una operación pictográfica de ocupamiento espacial”.