Lo que ha dejado huella

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LO QUE HA DEJADO HUELLA
Por primera vez desde su creación, hace mas de 20 años, la Colección de la Galería Gabriela Mistral se expuso públicamente, casi en su totalidad y ocupó los 4.000 metros cuadrados del Centro Nacional de Arte Contemporáneo Cerrillos.

La idea de constitución de un sistema autónomo, que funcione de acuerdo con sus propios principios, no significa que este no guarde relación con una constelación histórica precisa, o con una realidad empírica. Andrea Giunta (2011) sobre la obra de Víctor Grippo en Escribir las Imágenes.

TEXTO CURATORIAL

Magdalena Atria Y Florencia Loewenthal

La colección de arte contemporáneo de la Galería Gabriela Mistral, fue iniciada por la periodista Luisa Ulibarri mientras fuera directora de este espacio, desde el año 1990 hasta el 2002. Se trata de una colección que ha ido creciendo de manera gradual y constante, y que se ha robustecido con el paso del tiempo gracias a la gestión y vocación de muchos funcionarios del Ministerio. El primer documento que existe en sus archivos es un acta de entrega de obra de arte en donación al Ministerio de Educación que data del año 1995, y que se refiere a la obra L’Image est reine, del artista chileno Carlos Montes de Oca. Desde entonces se han ido incorporando, a modo de donación y comodato, obras de los numerosos artistas que han exhibido en la Galería Gabriela Mistral. Las gestiones relativas a esta colección se han ido profundizando y dividiendo en una serie de actividades específicas, con el propósito de resguardar nuestro patrimonio cultural y asegurar su accesibilidad para las futuras generaciones.

La selección de las obras ingresadas a la colección surgió, en la mayoría de los casos, de un común acuerdo entre la dirección de la Galería Gabriela Mistral, la encargada de la colección y el artista que exponía. De esta manera, se ha logrado reunir cerca de 200 obras que contienen, en su conjunto, una acumulación de historias, testimonios y relatos que le otorgan sentido no solo como una panorámica del arte chileno reciente sino también en cuanto a las características particulares de las obras y autores seleccionados. Por consiguiente, las obras tienen un doble valor, tanto en su calidad de imagen como de documento: como tales, contienen las ideologías, los sentimientos, las necesidades y las urgencias de los artistas que las crearon, y son también un reflejo —a veces parcial— de su posición frente al arte y al mundo.

Desde su origen, el sello de esta colección ha sido que proviene de la generosidad de los artistas y de su genuino deseo de aportar a la construcción de un patrimonio que es propiedad de todos los chilenos. Esa es también la fuerza que emerge desde la raíz misma del arte, desde ese impulso que lleva al artista a construir y ofrecer en su obra un excedente de sentido que nos nutre espiritualmente y que escapa a todas las lógicas utilitarias que dominan cada vez más la existencia y las relaciones sociales.

En cada uno de los objetos presentes en la colección se condensa un testimonio, un recuerdo, un fragmento de tiempo personal y colectivo, y este fragmento temporal puede ser percibido por el observador de distintas maneras. Las ideas que impulsaron la creación de estas obras parecen ser muy diversas, yendo desde reflexiones sobre el rol del arte dentro de la sociedad y sus posibilidades como medio expresivo a la construcción de alfabetos visuales a partir de objetos transformados en imágenes signos; o bien, reflexiones en torno a la identidad, al consumo y las relaciones de poder, el rescate de elementos del arte popular y la cultura urbana, aproximaciones a la poesía visual, a veces recurriendo al sentido del humor y la ironía, o bien a la magia y el hechizo.

Los objetos y el ejercicio curatorial

Los artistas representados en esta exposición abarcan un amplio espectro generacional, desde aquellos con una extensa trayectoria en el arte y la docencia, como Eduardo Vilches, hasta otros que recién comienzan su recorrido pero ya han desarrollado una propuesta personal y consistente, como es el caso de Pilar Quinteros, Patricia Domínguez o Jaime Alvarado. Aunque la mayoría vive y trabaja en Santiago —en un reflejo de la estructura centralista propia de nuestro país— los hay también de regiones, como Gonzalo Cueto o Vania Caro. Asimismo, hay quienes, aunque residen en el extranjero, mantienen sus lazos e interés por la escena local, entre los que se cuentan Felipe Mujica, Johanna Unzueta, Alfredo Jaar y Cristóbal Lehyt. Desde el punto de vista de las filiaciones, alianzas, estrategias y códigos comunes que definen a los distintos “lotes”, grupos o familias del arte chileno, el abanico presente en esta muestra es también amplio y variado, posibilitando encuentros o cruces que no se dan frecuentemente en nuestro medio pero que pueden resultar refrescantes e inesperados.

En esta exposición buscamos poner a disposición de la comunidad la mayor representatividad posible del acervo de esta colección. Esa es nuestra primera premisa: exhibir todo, o casi todo, organizado en subconjuntos de obras agrupadas en una curaduría que se ha propuesto activar y generar nuevos y múltiples sentidos, y en ningún caso clausurar la infinita variedad de posibles yuxtaposiciones, interpretaciones o relaciones que podrían surgir entre las obras. Estamos convencidas de que, considerando la naturaleza de esta colección, no es posible ni deseable fijar una disposición que se pretenda resuelta y cerrada, un eje central o hipótesis de trabajo al que las obras deban subordinarse. Confiamos en la “cosmogonía” que constituye esta colección y pensamos en ella como una constelación, cuyas partes están conectadas de manera invisible y funcionan todas dentro de un mismo sistema, en un constante movimiento que produce afinidades, fricciones, tensiones, atracciones y rechazos. Lo principal, entonces, ha sido atender a estos posibles ejes y relaciones que proponen las mismas obras y sus cualidades, ya sea en cuanto a sus atributos sensibles —peso, textura, brillo, color, desgaste o tamaño— o de acuerdo a los relatos, las ideas y significaciones que se van entrelazando permanentemente, invitando a establecer conexiones tan diversas como se quieran encontrar.

Esta diversidad y amplitud de sentidos nos han brindado libertad para organizar la distribución en el espacio del Centro de Arte Contemporáneo Cerrillos tomando como hoja de ruta una de las mismas obras de la colección. Se trata de un pequeño dibujo que la artista Patricia Israel realizó como parte del ensayo gráfico Cuerpos impresos, publicado el año 2010. En esta obra la artista reproduce un texto en que el arqueólogo Carl Axel Moberg identifica el campo de posibilidades de la investigación arqueológica, transformándolo en la obra en un texto poético, enigmático y sugerente. En este diagrama, Moberg clasifica la realidad, como objeto de la investigación arqueológica, en torno a los extremos polares de lo accesible y lo inaccesible. Por un lado, lo que es accesible: lo que ha sucedido (1), que ha dejado huellas (2), que se ha conservado (3), que se ha descubierto (4) y registrado (5). Por otra parte, lo inaccesible: lo que no ha sido registrado, lo que no ha sido descubierto (C), lo que ha sido destruido (B), sin que queden rastros (A). Si entendemos la práctica artística como una excavación que indaga en las profundidades de la realidad —en todos sus aspectos y estratos—, cada una de las categorías de este esquema ofrece entonces un espacio de significación en torno al cual sería posible articular ciertas obras de la colección, generando un diagrama sutil que hilvana historia y memoria con situaciones visuales, conceptuales y materiales que se mueven entre los extremos de lo accesible (la realidad material directa, cotidiana, contingente) y lo inaccesible (la realidad síquica, lo imaginado, la memoria), a todo lo cual, sin embargo, el arte nos ofrece la posibilidad de acceder. Este sistema de origen científico, pero que Patricia Israel transforma en un texto poético, fue el punto de partida desde el cual trazamos, de manera muy abierta, nuestro recorrido curatorial a lo largo de los tres niveles del Centro Cultural Cerrillos, ascendiendo desde el subterráneo —lo accesible— hasta el segundo piso —lo inaccesible—