Procedencia
La obra fue cedida en comodato por el artista en el contexto de la exposición Te Devuelvo tu Imagen, realizada en Galería Gabriela Mistral desde el 24 de marzo al 18 de abril de 1998. Ingresó al Estado en marzo de 1998.
Sobre la obra
En 1981, Juan Castillo desarrolló un proyecto en cinco etapas y que diera el nombre a la presente muestra. Permítaseme describir ese proyecto. La primera etapa de «Te devuelvo tu imagen» de 1981, consistió en la elaboración y reproducción de una serigrafía a dos colores en papel tamaño A4, a partir de una fotografía tomada del álbum familiar en la que aparecían Juan Castillo y sus dos hermanos cuando niños, sobre el texto (manuscrito que citáramos al principio, y la frase «mi tumba», a la izquierda de la imagen. Acto seguido, Castillo procedió a instalar dichas serigrafías en aquellas animitas que soportaran sus dimensiones) en un viaje ad fontes, desde Santiago a Antofagasta, ciudad en la que naciera. Esta última fase de esta primera etapa fue registrada fotográficamente por Lotty Rosenfeld, quien iba pintando sus características «cruces» en el pavimento de la carretera Panamericana, siendo a su vez, fotografiada por Castillo. «Las animitas fijan en la memoria una determinada predisposición gráfica»
La segunda etapa consistió en la apropiación de un muro cualquiera de la carretera panamericana norte, en donde Castillo escribió «Eriazos X Desiertos X Eriales X Panamericana norte X Chile», fotografiándose en el acto de escritura. Este texto se superponía al desértico paisaje y a la árida situación chilena en un sentido interno, pero también externo: si América Latina ha encontrado sus posibilidades de formulación en sus ciudades, ¿qué hace esta escritura en medio de la Panamericana norte? Podríamos decir que Castillo los ubica excéntricamente con respecto a Santiago (la urbe, pero también en ruta a la pequeña ciudad, a la provincia, al margen.
En la tercera etapa, Castillo elaboró 50 reproducciones serigráficas de una ampliación de 380 x 240 cms de una fotografía seleccionada de la acción anterior, a la que incorporó el texto alusivo del proyecto. «Como cierre de trabajo para ‘abrir la Provincia`, estos distintos lugares, confrontándose al registro de esta foto o estas mismas palabras. Serigrafía y offset para presentar distintos tiempos en distintos lugares. Serigrafía y offset también para forzar la memoria». En la cuarta etapa, Castillo desarrolló una instalación en el «living de su casa», en la cual ubicó un monitor de televisión sobre una mesa, en el que era posible observar distintos momentos de la factura del proyecto. A sus pies, un balde, mudo testigo y huella del acto escriturario sobre el muro que se había prestado para otras intenciones y otros corazones, eco remoto de la pintura, más cercano del grafitti y del testimonio furtivo. Bajo la mesa, dos fardos de papel: las 50 serigrafías que ahora pasarían por distintas manos y que, mediante su distribución a los asistentes, abrirían la puerta al acto colectivo de su instalación, en lo que sería la quinta y última etapa, en muros de la circunvalación Américo Vespucio que marca un límite geográfico y social a la ciudad de Santiago. Este trabajo tenía vinculación con otro realizado al interior del C.A.D.A., aquel famoso «¡Ay Sudamérica!» que lanzó 400.000 volantes, desde tres aviones en formación militar, sobre la ciudad de Santiago, que indicaban que «cada hombre que trabaja por la ampliación, aunque sea mental, de sus espacios de vida es un artista». Pero también con otro trabajo del mismo Castillo, en el que, apropiándose de un muro, esta vez en la ciudad de Valparaíso (1980), había escrito «señalando nuestros márgenes trabajo sobre el eriazo». Dicho muro, que además había sido pintado de blanco, definiendo un rectángulo sobre el cual se ubicaba la escritura y que contenía en la parte superior fotografías y un extenso texto en el que destacaba la palabra «Latinoamérica», fue filmado y exhibido en galerías, museos y centros comerciales. Y esta escritura, manuscrita, se opone a la universalidad del texto mecanografiado. Lo colectivo es aludido por medio de otros mecanismos, conservando el carácter individual y subjetivo del ejecutante. En cada uno de estos actos, Castillo reflexiona sobre las condiciones de la creación de imágenes y de imaginario en América Latina, entendida ella misma y sus procesos como marginalidad y dependencia; pero al mismo tiempo, crítica de la situación que Chile vivía para aquel entonces. Si América Latina recibe, a través de los medios masivos de comunicación, nuevos modos de construcción de imágenes, ello no significa que los reciba pasivamente. Ellas, las imágenes X incluidos sus modos constructivos X, han sido sometidas a modificaciones y selecciones que generan nuevos códigos de significación que abarcan un extenso imaginario en el que se funden esos elementos foráneos (foráneos no sólo por extranjeros, sino también por corresponder solo parcialmente a nuestras estructuras sociales y de producción) para dar cuenta de vivencias y procesos que, aun cuando se estructuran grosso modo merced a un centro radiante (la metrópoli), se mantienen a pesar de sí y gracias así, fuera de él. Por otra parte, América Latina estaba siendo atravesada por dictaduras militares que golpeaban duramente a la población. Exilio, muerte, secuestro, tortura, y la sospecha permanente sobre los artistas y los actores culturales, de modo que los discursos sobre la identidad y la dependencia se centraron rápidamente en la problemática del poder, de su ejercicio y de su sufrimiento. El caso chileno, en lo que a las artes plásticas se refiere, fue descrito, entre otros, por Nelly Richard, Eugenia Brito y Adriana Valdés. La visión continental de ese proceso aún no se construye.
Guadalupe Álvarez de Araya