En la galería de arte del MINEDUC se exhibe “Sobre árboles y madres” CINCO ARTISTAS PLÁSTICOS EXPONEN SU VISIÓN DE LA OBRA DE GABRIELA Entre la precariedad de los elementos, cinco mujeres destilaron sus energías y miradas en una exposición que abre un surco hasta ahora inexplorado como es el de visualizar la obra de Gabriela Mistral. Es así como después de meses de involucrarse con los mundos mistralianos, Natalia Babarovic, Andrea Goic, Nury González, Victoria Polanco y Alicia Villarreal inauguraron en la sala Gabriela Mistral, entonces del Ministerio de Educación “Sobre árboles y madres” a 50 años del Nobel de la poetisa. Natalia Babarovic construyó una obra de tres paños verticales a partir del escrito mistraliano “Recado para Inés Puyó sobre unas flores”, en el que la poetisa describía una de las pinturas de la artista. Babarovic no vio el lienzo ni indagó en su visualidad, sólo – y ahí su cruce poético-, limitó a imaginar e inventar una nueva respuesta a este recado. En la superficie del primer paño se extendían las flores pintadas que recopiló en libros, en el jardín, en el kiosko de la esquina, en el campo, en documentos visuales. El segundo paño se fundía como un inventario de flores e hierbas chilenas con palabras impresas en serigrafías; en el tercero surgía la imagen fragmentada de un funeral: “Hierbas del pasmo” se titula esta obra de Natalia Babarovic, quien explicó: “La memoria de los muertos en el texto de la Mistral está asociada explícitamente a una cierta “negligencia divina” en la disposición de las cosas. Yo entendí esta disposición en relación con el sumario del diccionario botánico”. Andrea Goic, en tanto, mostró imágenes quebradas en pedazos aludiendo, sin ser evidente, los constantes desgarros de la vida de Gabriela Mistral. Como muros, este “Encargo” consistió en trozos de diferentes formas y tamaños que originalmente formaban parte de diez lanchas de asbesto-cemento. En ellos habitaban imágenes procesadas por fotocopiadora y computador: un árbol, un huevo y una mesa. Las piezas se ordenaban en el suelo sobre tela de frazada de emergencia, o apoyadas en el muro. El árbol era triángulo, símbolo de la ascensión mística; el huevo “se vuelve sobre sí mismo” en tanto círculo; y la mesa, cuadrado recurrente, “marca un territorio”. “Una cosa desintegrada te permite volverla a armar al romperla y crear otro orden”, dice Goic, siendo la única que se desligó por completo de la palabra, a la hora de plasmar su visión – no ilustración, aclaran- de la obra mistraliana en un acto de síntesis aún más minimalista. LENGUA Y MILAGROS “Recado a Gabriela Mistral”. Así tituló su espacio Nury González. Sin salirse de su lenguaje de “hilvanes y pespuntes” como soporte, una vez la tela sumó sobriedad en los trazos de tela de sastre para conformar un gran espacio identificable con la propuesta. Buscó palabras que se repitieran y concluyó en “lengua”, una elección arbitraria que vincula a Gabriela con el idioma fecundado por esta mujer “tan potente”. “Debe haber sido una mujer muy feroz, productiva, pensadora, escritora…”, agregó con la misma vehemencia con que explicó el descubrimiento de los último meses de la mujer aún desconocida para muchos. María Victoria Polanco estableció su relato en “El Ruego”, cubriendo la pared. Realizó su trabajo con pañuelo y la silueta fragmentada de una muñeca de trapo sin extremidades, parecida a un imbunche. Ahí incorporó texturas, bordados y bolsas plásticas y dibuja palabras: cuajo, víscera, imagen, sienes, ojo y gajo. Junto a los pañuelos, la figura fragmentada estaba pintada sobre tela suelta, velada. En su constante desarmar objetos, Alicia Villarreal se apropió de las teclas de máquinas de escribir antiguas y articuló con ellas notas musicales. Su área la titula: “Zona de milagros”. En una esquina, un estuche de violín y sus letras grabadas: “presencia invisibles”. Lenguaje, poesía y metáfora sustentaban su obra iluminada con luces de neón: “Quiero hacer poesía pero desde la imagen (…) Gabriela es la consonante, le pone el sonido”, reflexionó.